Ventana sobre el cuerpo

   


La iglesia dice: El cuerpo es una culpa

La ciencia dice: El cuerpo es una máquina.

La publicidad dice: El cuerpo es un negocio.

El cuerpo dice: Yo soy una fiesta.

 

Eduardo Galeano


Las otras márgenes de la vida

 

Nacido en los albores convulsionados de la década del sesenta, desde muy niño supo —como lo dijera una mente lúcida—, que el infierno sirve para confirmar las bondades pecaminosas del paraíso. Huérfano a muy temprana edad, heredó de su madre, la sensibilidad social; el alma anárquica e irreverente; el apasionamiento y la entrega total por el amor y la vida; el jolgorio y la alegría como coartadas necesarias para despistar los fantasmas que a diario nos asechan y nos acosan.


  En todos los actuares, ha sido un errante vagabundo, que no transitó por los senderos trillados de la rutinidad cotidiana, sino que siempre buscó un recoveco para desviarse premeditadamente por caminos insospechados que provoquen magia, locura  y misterio.


   Producto de estos azares imprevisibles de su vida, han nacido tres hijos, a quienes a pesar de los pesares y de las ausencias inexorables, ama con una intensidad, solo comparable con la dimensión de su soledad y con las deudas del alma que nunca se acaban de pagar.


   En la vida le ha apostado a todas las causas perdidas, pero no por ello justas: Militante de las certezas del amor; hijo adoptivo de la cadena de afectos del M-19; creyente ingenuo de una universidad hecha para la incertidumbre del saber; creyente dogmático de la capacidad de asombro de los niños; apóstata y hereje de cualquier forma de injusticia; profeta místico y ferviente de que la inteligencia, será la única opción posible que nos salve de la destrucción apocalíptica, en esta Colombia desgarrada por la hipertrofia demencial del terror y de la guerra.


   Creyente en que la bohemia y la música de salsa, son la sublimación y referente ritual, en donde los Dioses Santeros nos conducen al espacio en el que el amor inventa el infinito y el cuerpo mortal se confunde con las sombras del afanoso sueño  de la inmortalidad.


  Guillermo L. Martínez Pino